top of page
Buscar

Viviendo en la presencia de Dios

“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” (Salmos 27:4) Cuando David hace referencia a estas palabras, él no está pensando solo en un templo construido por hombres aunque hubiera sido diseñado por Dios como podía ser el Tabernáculo, ni en ningún otro lugar como el templo de Salomón, pues aún no había sido edificado. Entiendo que este pasaje hace referencia a la casa de Dios en dos sentidos, por un lado nos habla del templo que representa a la iglesia o pueblo de Dios el cual es su morada, y por otro a la casa o templo que es cada creyente individual y en el que Dios habita. David era un hombre tremendamente espiritual, tenía un conocimiento de Dios y una percepción de todo lo perteneciente al reino divino sorprendente. Su anhelo era Dios y estar lleno de Él; su herencia y su tesoro eran el Dios vivo. David estaba siempre consciente de la presencia real de Dios; en todo tiempo y en cualquier lugar donde se encontrara sabia que Dios estaba presente. En este versículo vemos expresado lo que desea David más que todo en el mundo, nos descubre el mayor anhelo de su corazón. Nosotros como creyentes podemos aspirar a lo mismo que él; como hijos de Dios es legitimo que esperemos alcanzar este objetivo espiritual. Estemos convencidos que estas son unas expectativas que Dios quiere que se cumplan en nuestras vidas.

Estar en la presencia de Dios debe ser la prioridad de nuestras vidas, porque para eso fuimos creados.  “Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida”

Morar en la presencia de Dios debería ser nuestro estado permanente como hijos suyos que somos. Esto es posible puesto que Dios nos ha hecho participantes de su naturaleza divina. Es una experiencia que todo cristiano debe procurar tener y alcanzar en su vida personal. Ello debería constituir el principal objetivo de todo creyente, antes que cualquier otra meta. La palabra de Dios nos muestra en muchos lugares que es posible lograr vivir en un estado continuo en Dios, que así lo quiere Él y por tanto nos alienta a ello. Esta es la mayor herencia y la más valiosa riqueza del creyente, estar en la presencia de Dios para disfrutarla cada día de su vida y por la eternidad. Lo que convertía el huerto de Edén en un paraíso era la presencia de Dios. Donde Dios está presente ahí está su reino.

La clave o el medio por el que podemos acceder a esta posición de estar siempre delante de Dios es la oración. Este pasaje nos habla de la oración en diferentes niveles o etapas que sería conveniente que aprendiéramos a distinguir para avanzar en ellas. Es por la oración que obtenemos esta consciencia del Dios poderoso que está en nuestro medio. Pero sobre todo es muy importante que tengamos fe, que creamos que Él está ahí.

Para profundizar en la oración que se menciona en este versículo y avanzar en este conocimiento de Dios es necesario seguir los pasos de David. ¿En que manera podemos alcanzar este estado espiritual tan deseable? ¿Cuál será el proceso para llegar a tener esta experiencia cristiana de forma continua y no como algo esporádico?


Reconozcamos que somos el templo de Dios.

Es necesario creer esto con todo nuestro corazón para que podamos vivir siendo consciente de ello. Veamos algunos pasajes que nos confirman este hecho.

“Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo.” (2ª Corintios 6:16)


En el capitulo 14 del evangelio de San Juan encontramos varios versículos que nos hablan de la gran verdad de que somos la morada de Dios.


“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” (Juan 14:2)


“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.” (Juan 14:15-20)


“Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:22,23)


“¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4:5) 


“Porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.” (Lucas 17:21)


Pedirlo a Dios. “Una cosa he demandado a Jehová”

Nosotros como David debemos anhelar y desear con todo el corazón estar en la gloriosa presencia del Señor y pedírselo. Si esperamos algo departe de Dios, que sea esto mismo.

Jesús quiso hacerle ver a Marta que estar en su presencia sentada a sus pies era lo mejor que podría hacer.

“Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10:40-41)


Si hay algo que nos hace falta es un espíritu de oración, esta es una gran carencia que tenemos. Dios puede suplirnos este espíritu de oración, estoy convencido que él nos lo quiere dar. Él es el que produce en nosotros la sed y el hambre espiritual, así como el querer y el hacer de su buena voluntad.


Jesús les dirigió estas palabras a sus discípulos acerca de la oración:

“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mateo 26:41)


La disposición del espíritu es hacia la oración, la búsqueda de Dios, la adoración, esta es su tendencia e inclinación.

El apóstol Pablo nos dice en el capitulo 8 de romanos que se nos ha dado el Espíritu Santo para ayudarnos en nuestra debilidad en la oración.

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26,27)


Es necesario que procuremos y busquemos ésta experiencia espiritual de estar continuamente en la presencia de Dios. “ésta buscaré”


Todos buscamos aquello que mas deseamos y queremos en la vida. Por tanto no seamos descuidados, ni ingenuos, creyendo que este estado nos va a llegar así como así, sin una disposición de nuestra parte para alcanzarlo. La palabra de Dios nos enseña cual debe ser nuestra actitud, y en que manera es que debemos aplicarnos en la búsqueda de Dios. 

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Romanos 12:1)

Dios ha tenido mucha misericordia con todos y cada uno de los que hemos llegado a ser hijos suyos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Él ha perdonado nuestros muchos pecados, nos ha hecho participes de la vida eterna y nos ha dado una esperanza de gloria. Por medio de Jesucristo y a través de su muerte hemos sido reconciliados con Dios. Somos herederos y coherederos juntamente con Cristo de todas las riquezas celestiales y de todas las promesas dadas por Dios. No obstante, la gracia de Dios, su misericordia y su bondad aun no se han agotado para con nosotros, Él nos quiere dar mucho más. El Padre nos ha dado a su Hijo y juntamente con Él nos ha entregado todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad. Vale el gozo, (porque no es ninguna pena) que cada día hagamos este acto de presencia ante el Señor, que nos acerquemos a Él para que como nos confirma la escritura Dios se acerque a nosotros. Una actitud semejante no está de ninguna manera en oposición a la gracia, sino que nos coloca bajo ella.


“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” (Santiago 4:8)


“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” (Isaías 55:6)


“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” (Jeremías 29:11-13)       


Los dos principios que a continuación vamos a tratar en nuestro texto nos expresan tanto lo que va a ser el contenido o el centro de lo que haremos cuando estamos en la presencia de Dios y de que manera podemos disfrutar plenamente de ella.


La indagación y meditación de la verdad. “para inquirir en su templo”

Inquirir = Indagar, averiguar o examinar cuidadosamente una cosa. La finalidad es conocer a Dios y su verdad. Esto es un proceso intermedio; la reflexión es como la leña que preparamos y sobre la que se encenderá el fuego. El Espíritu Santo hará que salte la chispa sobre el altar de nuestra meditación en Dios. Si amamos la verdad y nos deleitamos en los pensamientos de Dios, en sus obras y en sus leyes, entraremos en contacto con Él. David dijo en otro Salmo que en su meditación se encendió un fuego.

“¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.” (Salmos 139:17,18)


“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” (Salmos 19:14)


“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, Porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, Para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, Porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.” (Salmos 119:97-104)


La meditación en la verdad de Dios y en la persona y obra de Jesucristo hará que fluya la corriente del Espíritu en nuestro interior.

La contemplación del Señor.  “Para contemplar la hermosura de Jehová”

Este es un asunto del que se habla muy poco en nuestra actualidad y creo que la razón es  debido a que no se practica, no se dedica tiempo a ella. Creo que nadie ha profundizado realmente en la oración si no conoce de manera personal y experimental esta clase de oración contemplativa. En esta actitud nos encontramos mirando por fe al Señor a cara descubierta, vemos su gloria y nos deleitamos en su presencia, sentimos que su presencia lo llena todo. El silencio es primordial; necesitamos aprender a callar cuando estamos delante del Señor, no pedir nada, no desear nada y no pensar en nada, solo anhelarlo a Él. Para acceder a este tipo de experiencia con Dios debemos entrar en un reposo y una paz  que vienen solo cuando hemos derramado sobre Él toda nuestra ansiedad, temor y  propia voluntad. En el silencio Dios nos habla, cuando todo ruido en nuestro interior se apaga entonces podemos oír la voz de Dios. La contemplación es esa abstracción en nuestro espíritu en la cual nos sumergimos en Dios. Cuando estamos contemplando al Señor no le estamos analizando, ni nos miramos a nosotros, sino que lo estamos experimentando, lo estamos degustando, nos alimentamos de él.

Pedro Jurado

@OracionaDiario





 
 
 

Comments


© Copyright©

©2022 by Oración a Diario.

bottom of page